Si normalizamos ir a terapia, nadie recibiría el estigma de loco/a por ir al psicólogo/a y la salud mental dejaría de ser un tabú. Acudir a terapia es una forma inteligente de combatir los problemas del día a día cuando no somos capaces de afrontarlos o existe algún problema psicológico que necesita de la supervisión de un/a profesional de la salud mental. Si así lo haces cuando tienes un problema físico ¿por qué cuesta tanto cuando hablamos de salud mental?
Un/a psicólogo/a puede ayudarte a afrontar situaciones que te resultan complicadas, mejorar o desarrollar ciertas actitudes o dotarte de recursos para resolver determinadas circunstancias.
Un psicólogo puede ayudarte a:
Eres así, pero quieres mejorar
Es una de las expresiones más escuchadas durante una sesión “es que yo soy así”, y aunque así seas hay cosas que puedes mejorar o a las que probablemente te quieres adaptar porque ya no te sirve cómo actúas. No se trata de cambiar, las personas no cambiamos así como así, nos adaptamos a las situaciones, si queremos y nos funciona. Para eso está la figura de la /el terapeuta, que te enseña a manejar ciertas situaciones en las que no te sabes manejar del todo pero que a las que necesitas adaptarte, la vida es cambiante y tú no puedes mantenerte inamovible viendo como pasa delante de ti. A veces, es necesario un reajuste y que nos doten de nuevas habilidades o que estas mejoren para que todo vuelva a funcionar igual o incluso mejor.
La/el psicóloga/o no juzgará si lo haces bien o mal, ni tu comportamiento ni tus emociones, por lo que te aliviará poder hablar sin miedo a que opinen de ti de una manera negativa, simplemente te proporcionará opciones para que tú elijas la que mejor se adapte a tus necesidades.
Recursos para afrontar situaciones
En el día a día nos encontramos con situaciones que sabemos manejar, unas mejores que otras. Normalmente las que nos desbordan o tratamos de evitar son los conflictos, esos momentos tensos en los que pensamos que se debe discutir, gritar o insultar para imponer una idea sobre otra y así resolver el problema. Visto así, no resulta agradable encontrarse con esto. El/la psicólogo/a te enseñará las herramientas necesarias par que resuelvas este tipo de situaciones sin necesidad de sentirte mal ante ellas. Se trata de negociar, de llegar a acuerdos, expresando tu opinión de manera asertiva, teniéndote en cuenta a ti y a la otra parte, de manera educada y civilizada, encontrando un punto medio si fuera posible y sino no hacer nada que te suponga un malestar para ti mismo/a.
Visión realista y objetiva de tus posibilidades y limitaciones. Aceptación de ti mismo/a y de los y las demás.
Todas las personas tenemos virtudes y defectos, estamos llenas y llenos de posibilidades que nos permiten hacer cosas que se nos dan bien con facilidad y otras que nos limitan, o que podemos hacer de manera diferente a otras personas. Si aceptamos que no existen maneras correctas, sino diferentes de hacer las cosas y cada uno/a tiene la suya, estamos aceptándonos tal y como somos. No hay personas más válidas que otras, ni opiniones buenas o malas, sino diferentes y diversas y mientras se mantenga el respeto entre las personas todas tienen cabida. Es una manera adaptativa de convivir, aceptarte con tus aciertos y errores y límites y capacidades al igual que a los y las demás. Únicamente se debe rechazar aquella persona u opinión que va en contra de otras faltando el respeto, esa norma nunca se puede sobrepasar.
Sesiones personalizadas y confidenciales
Cada persona es diferente y por ello merece un diferente trato. En la primera sesión de psicoterapia se indaga para ver la necesidad de cada una de ellas, ya sea menor, adulto, pareja, familia… Hay que enfocar a cada paciente en el objetivo que quiere mejorar o conseguir. Por esta razón es necesario establecer una relación entre paciente y psicóloga/o basada en la escucha activa, empatía y asertividad que ayudará y permitirá los avances necesarios en las sesiones. En la primera sesión se explicará que estas serán confidenciales según lo establecido en el Código Deontológico de Psicología, no se utilizarán datos personales fuera de la consulta y todo será personal e intransferible. Por lo tanto el/la terapeuta tiene que guardar secreto profesional con respecto a sus pacientes, creando un clima de confianza y respeto.
Profesionalidad:
La psicóloga o psicólogo no es tu amigo/a que se deja llevar por sus emociones o si ha tenido o buen o mal día. No te va a aconsejar de manera visceral. Lo que sí hará es no juzgarte, por cómo entras en la consulta o lo que expones en ella, no va a criticarte ni decirte lo que está bien o mal, o decirte cómo debes hacer las cosas. Creará un entorno de confianza para que te expreses sin miedo, y ella/él se comportará como un/una profesional, ya que se ha formado para serlo y tiene los recursos necesarios para saber asesorarte y orientarte de manera profesional.
La terapia psicológica no es contarle tus problemas a un/una amigo/a o familiar para desahogarte, esta está basada en una disciplina, la Psicología, donde existe una base estudiada tanto teórica como práctica avalada por la ciencia.
Te da seguridad:
Quizás sea la cualidad más buscada cuando se inicia una terapia. Esa que debe irse inculcando desde la infancia, pero que a veces no se hace. La seguridad en niñas y niños se transmite a través del apego seguro, ese que deben tener los/las progenitores/as cuando los menores se encuentran ante una amenaza, miedo…el solo hecho de que madre/padre o cuidador/a se encuentre ahí para protegerlo, les hace sentirse a salvo. Cuando este tipo de apego no existe, la seguridad se transforma en inseguridad y miedo. Esta puede recuperarse o ganarse de otra manera que no sea a través de los/las cuidadores/as como por ejemplo, contexto, amistades, familia extensa o pareja, personas que estén ahí cuando lo necesitas y que te aporten ese bienestar que no te dieron en la infancia. La terapia también es una forma de dotarte de seguridad, de confiar en ti mismo/a y de que tú te mereces estar bien como cualquier otra persona, esa es el objetivo a conseguir.