Masoquismo emocional:”Cuánto menos caso me hace más me gusta”

Si pedimos que levante la mano quien no se haya sentido alguna vez —incluso muchas— atraído por quien no le correspondía, raro será que alguien la mantenga abajo. Aún más habitual es que nuestra pareja nos interese más si notamos en ella un cierto desinterés.

Lo que algunos llaman teoría de los ascensores —cuando uno está arriba, el otro está abajo, y viceversa— no se debe solo a que en mayor o menor medida todos suframos de masoquismo emocional. Según parece, hay más culpables.

En esto del amor, no todo es voluntario. Así lo explica Carolina Ángel Ardiaca, neuropsicóloga, psicoterapeuta familiar y de pareja en Psicólogos Pozuelo: “En la actualidad existen muchos estudios basados en la neurociencia para explicar el comportamiento humano, de los cuales se desprende la importancia de la generación de hormonas y neurotransmisores, siendo la oxitocina y la serotonina las consideradas hormonas de la felicidad”.

Ahí va uno de los estudios más recientes sobre el tema: Oxitocina y relaciones románticas vulnerables. Realizado por Andreas Aarseth Kristoffersen, asistente de investigación en el Departamento de psicología de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, concluye que esta popular hormona, no solo se segrega cuando nos enamoramos; o cuando se va a dar a luz o hay que amamantar a los recién nacidos. También aparece cuando hay una situación de crisis en la pareja.

“La oxitocina podría promover la atención y la motivación hacia la relación cuando hay una amenaza”, (Andreas Aarseth Kristoffersen, asistente de investigación en el Departamento de psicología de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología).

Esto provoca que el otro nos guste más y de este modo, hagamos un sobre esfuerzo por mantener la relación a flote. “Las personas en una relación donde su pareja duda del vínculo, necesitan implicarse más. La oxitocina podría promover la atención y la motivación hacia la relación cuando hay una amenaza”, comenta Kristoffersen en la presentación del estudio.

Este comportamiento también puede tener que ver con la relación entre la oxitocina y las situaciones de riesgo. Según este estudio publicado en Neuroscience and Biobehavioral Reviews en 2015, los efectos de la hormona y el alcohol son muy similares: “Una dosis de cualquiera de los compuestos puede influir en la forma en que tratamos a los demás mejorando nuestra percepción de confianza, lo que aumentaría la posibilidad de tomar riesgos innecesarios”, aseguran los creadores del estudio.

Esta idea es compartida por Dr. Pablo Irimia, Vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN): “La oxitocina se ha involucrado con el proceso de enamoramiento —también para el mantenimiento de lazos afectivos— y podría ser responsable de la deshinibición que en ocasiones tienen las personas que se enamoran y que les llevan a realizar actos atrevidos o inesperados”.

Visto lo visto parece que a menudo el empeño por gustarle a quien no gustamos o a quien se aleja de nosotros está fuera de nuestro control. Pero con matices, como aclara la neuropsicóloga: “Existen diversas teorías en relación a por qué el ser humano tiende a buscar lo menos asequible. Una de ellas está basada en la percepción de una baja autoestima, a partir de la cual se sobravalora e idealiza la figura del otro. Esto provoca que la búsqueda del amor y la aceptación no se gestione de buena manera, insistiendo durante un tiempo prolongado en una relación no correspondida, sin poder encajar el rechazo o la no reciprocidad en la elección”.

En este sentido también actúa el desafío de superar un reto: “Ambos pueden ser también elementos presentes en este tipo de situaciones. Estas personas verían la vida como una serie de retos que requieren esfuerzos y sacrificios en los que la conquista y la relación afectiva se configuraría como meta o trofeo a conseguir”, comenta Ángel Ardiaca.

Atracción a lo prohibido, desafío, oxitocina…

El caso es que es una situación de lo más corriente. Aunque tal y como sospechamos, a algunos les pasa más que a otros: “Hay estudios que señalan que es en la primera infancia cuando se estructuran las formas y maneras de aprender a cubrir estas necesidades y las falencias en relación a ellas. De este modo, es más probable que personas que no hayan tenido cubiertas sus necesidades de afecto, seguridad y valoración en su infancia, sean más propensas a buscar y permanecer en relaciones adultas tóxicas o insatisfactorias”.

“Es más probable que quienes no hayan tenido cubiertas sus necesidades de afecto en la infancia sean más propensos a permanecer en relaciones adultas tóxicas”, (Ángel Ardiaca, neuropsicóloga, psicoterapeuta familiar y de pareja).

La neuropsicóloga opina también que se da por igual en ambos sexos, aunque pueda parecer más frecuente en las mujeres, sencillamente por su tendencia a externalizar sus emociones y sentimientos. En este punto no está de acuerdo Irima, quien afirma que la oxitocina se segrega más en mujeres.

Lo que sí parece una idea común es que es un mal que se va curando con la edad: “En general la actividad hormonal es mayor en personas jóvenes y decrece con los años”, apunta el neurólogo. La neuropsicóloga añade: “En principio, se esperaría que este fenómeno fuese inversamente proporcional a la edad, es decir que conforme la persona fuese creciendo, fuese aprendiendo y reconociendo su propia valía, sin depender de la relación con otro para constituir su identidad”. Aunque reconoce que no siempre sucede así.

La mayor tranquilidad sentimental también se debe a que con la edad se aprende a gestionar la falta o inexistencia de reciprocidad en la elección de pareja, y todos los sentimientos asociados a esta situación: “La frustración, la rabia, el dolor, la desilusión, la sensación de impotencia y de cómo validarse de una manera prioritaria como persona frente a una relación no existente, no correspondida o que se ha deteriorado”, concluye Ángel Ardiaca.

Fuente: www.elpais.com

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